Desde vehículos eléctricos hasta biotecnología, El Gran Bajío ha captado la atención de las empresas estadounidenses

2 marzo, 2022

    Por Julio Di-Bella Roldán

    La semana pasada, el gobernador de California, Gavin Newsom, propuso una inversión de 1600 millones de dólares en un transporte más asequible y limpio como parte de los ambiciosos objetivos económicos y climáticos de cero emisiones de su estado. El gobernador Newsom hizo este anuncio en su recorrido por el centro de investigación Greenfield Labs de Ford Motor Company en el área de Palo Alto de Silicon Valley. La propuesta del gobernador requiere que en el estado se haga la transición a vehículos de cero emisiones, incluidos los fabricados por el icónico fabricante automovilístico estadounidense.

    El PIB de California en 2021 fue de 3.35 billones de dólares, lo que lo convierte en la quinta economía más grande del mundo. También es el hogar de 39 millones de estadounidenses. El hecho de que este tipo de recursos e innovación tecnológica se encuentren en un lugar que comparte una frontera con México significa inevitablemente que se establecerán dinámicas de mercado, y el capital fluirá hacia donde sea necesario para implementar las políticas de infraestructura y cambio climático del estado. Con independencia de cualquier proceso estancado en el Congreso de EE. UU. y en Washington, esto se traduce directamente en una mayor generación de empleo e inversión extranjera directa en el lado mexicano de la frontera.

    Caso concreto: el vehículo principal del recorrido del gobernador Newsom fue un Mustang Mach-E, un SUV completamente eléctrico que recibió el reconocimiento de la revista Car and Driver al mejor vehículo eléctrico (VE), “VE del año”. Y solo semanas antes de la visita del gobernador, la ciudad de Nueva York anunció la compra por 11.5 millones de dólares de una flota de 184 SUV Mustang Mach-E para su policía y otras dependencias municipales.

    Esto es importante para México por una razón muy sencilla: el Mustang Mach-E es fabricado con orgullo por trabajadores mexicanos en la planta de ensamblaje Ford de Cuautitlán Izcalli (la misma planta que fabrica el ya popular Ford Fiesta). De hecho, la planta de Izcalli fabricará Mustang Mach-Es para todos los mercados globales de Ford (excepto para China, donde se producen localmente).

    Estas inversiones de capital estadounidense en mejoras de instalaciones, formación profesional y nuevas oportunidades de empleo beneficiarán a todo México, lo que ayudará a la recuperación de millones de empleos mexicanos perdidos durante la pandemia y ofrecerá enormes beneficios económicos más allá de una sola fábrica.

    Se trata de una de las “buenas noticias” para México que se están volviendo cada vez más frecuentes, aún más cerca de casa, en la región de el Gran Bajío. Gracias a un ambicioso esfuerzo multiestatal, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Aguascalientes, Michoacán y Zacatecas emergen como potencias económicas prósperas y unificadas para el crecimiento y la manufactura. El Bajío demuestra su competitividad en todos los sectores, desde la fabricación aeroespacial y de automóviles hasta la biotecnología y la educación. Se establece como uno de los centros económicos más importantes en América y un atractivo destino de inversión para EE.UU.

    El Bajío representa más de una cuarta parte del PIB manufacturero de México, con 157 parques industriales, 100 centros de investigación, más de 250 universidades, 76 viñedos, 90 empresas del sector aeroespacial y más de 800 empresas que apoyan a la industria automotriz. La región también se está convirtiendo rápidamente en el centro del pensamiento orientado al futuro y de la capacidad tecnológica en México, con el reciente establecimiento de tres centros de datos y una creciente base de habilidades de investigación y desarrollo.

    La región del Bajío alberga instalaciones de fabricación para más de una docena de fabricantes de automóviles de todo el mundo, incluidos Ford, Nissan, Volkswagen, Toyota y BMW, y es vital para la cadena de suministro automovilística en funcionamiento en Norteamérica. Gracias al Tratado entre México, EE. UU. y Canadá (T-MEC), la noción de libre comercio norteamericano se ha renovado y brinda más oportunidades para la capacidad de fabricación, innovación y desarrollo de la fuerza laboral de los socios estadounidenses. Esto es especialmente cierto, ya que la acrimonia entre Washington, D.C., y Pekín no muestra en la actualidad signos de disminución.

    La importante inversión en vehículos eléctricos de Ford Motor Co. en el Bajío, a través del Mustang Mach-E, es solo un ejemplo de cómo la cooperación transfronteriza puede generar mayores beneficios económicos. Y, en términos más generales, no hay ninguna razón por la que la inversión estadounidense en infraestructura y contra el cambio climático, ya sea a escala federal o estatal, no pueda beneficiar a toda Norteamérica.

     Si bien aún nos queda un largo camino por recorrer, como región, como nación y como bloque comercial, tomar decisiones inteligentes sobre negocios, políticas y compromisos económicos puede colocar a todo el continente en la posición adecuada para un futuro de integración económica, libertad y éxito.