Expectativas de ventas de unidades para el 2020 se reducen a 945,000 unidades

20 octubre, 2020

MÉXICO—Después del “golpe” presentado en agosto y septiembre, cuando la venta de autos redujo su ritmo de recuperación, respecto a los meses previos post-confinamiento por la pandemia, la estimación en la comercialización para México se reduce de 1 millón de unidades a menos de 940,000 al cierre de 2020, ante la falta de una política gubernamental de incentivos y los vaivenes del sistema financiero, anticipó Guido Vildozo, socio director evaluación y previsión de mercado de vehículos ligeros de IHS Markit.

Vildozo mencionó que la ausencia de una política de incentivos proveniente del gobierno federal “le pesa” a México, pues se estima que podría caer su economía en dos dígitos; y comparado con Brasil, quien sí aplicó incentivos, el panorama es positivo, porque el impacto en su PIB será de menos 5%. 

“Parte de lo que arrastra a México es la mayor demanda en Estados Unidos que permite que el sector privado se desarrolle de la mejor manera. Pero si no hubiera habido esto, la situación hubiera sido más complicada para este año, por la ausencia de estímulos fiscales”, refirió.

Precisó que el mercado interno de la industria automotriz comenzará a entrar a un ciclo de estabilización,  si se compara el tipo de cambio actual contra el de diciembre del 2019, cuando se hizo el plan de ventas para el 2020; sin embargo, “aún estamos entre 10 y 15% por encima de esa expectativa, y deberíamos estar sobre 20  pesos o debajo de los 20 pesos por dólar para poder volver a ese mercado de venta de 1 millón 300,000 unidades vendidos en el 2019”.

Guillermo Rosales, director de la AMDA, afirmó que también redujo sus expectativas de ventas de 950,000 a 945,000 unidades al cierre del 2020. Mientras que el presidente de la AMDA, Guillermo Prieto, sostuvo que es momento de cambiar de modelo de ventas, pues con más de 40 meses consecutivos de mostrar pérdidas para los concesionarios en la colocación de vehículos, la recuperación será larga.

Fuente: El Economista